Deneb Acle, 38 años

Para mí fue una experiencia que me ayudó mucho al crecimiento personal y profesional, soy psicóloga especializada en Tanatología. Ese día mi esposo estaba recuperándose de una rinoplastía realizada la mañana anterior, estábamos preparando su alta en el hospital (estábamos en el Ángeles Lindavista). Francamente estábamos cansados de tantas atenciones que tuvo el hospital con nosotros y sólo queríamos dormir. El quiso dormir un rato en su cama y yo en la cama de acompañantes, el alta era hasta las 7 de la noche y queríamos dormir, bañarnos y regresar a casa.

Estábamos recostados cuando comence a sentir el movimiento, inmediatamente me levanté y fuí junto a su cama, le dije "Está temblando" pero hasta ese momento sólo se sentía un tanto fuerte pero nada de preocupar. Empezó a sonar la alarma y se sintió el movimiento más fuerte, el movimiento me tiró al suelo junto a la cama de mi esposo quien no se pudo levantar por la fuerza del sismo. Me pidió que bajara pero no quise hacerlo, estábamos en un cuarto piso y era imposible bajar y además no quise dejarlo ahí, yo trataba de cubrir con mis manos su cara porque me daba miedo que algo cayera en su cara y la cama no dejaba de moverse pese a que tenía los frenos puestos. Llegó un momento en que los dos escuchamos una explosión o algo así, era el edificio en la calle de Coquimbo que había caído, mi esposo gritó:"¡Algo se cayó!", por la ventana vimos como caía parte del aplanado del edificio, nuestro sentir fue que ese era el dia de nuestra cita final.

Estaba muy asustada y muy enojada, recé y hable con Dios: "Si hoy es el día que quieres que vaya a tu encuentro déjame decirte que estoy en total desacuerdo, no quiero morir y menos así, quiero ver otra vez a mi hijo y si me llevas, capaz de que me convierto en espíritu chocarrero porque hoy no quiero morir". El sismo se detuvo y estábamos totalmente aturdidos.

Entraron las enfermeras de guardia a ver como estábamos y el médico de guardia al saber que era psicóloga me pidió que los apoyará con los pacientes, no lo dudé. Pasé a cada uno de los cuartos del piso para ver que los pacientes estuviesen bien y entre visita a los cuartos pasaba a ver a mi esposo, sólo se rió y dijo: "Deja de dar vueltas como araña y ve a trabajar, yo estoy bien" aunque sí discutí con él porque quería regresar de inmediato a casa a ver al niño y a estar seguros en casa. Lógicamente nos quedamos un día más porque estaban cerradas las avenidas principales de acceso al hospital y era algo imposible salir, dijo que nos iríamos caminando lo que desató mi enojo y le dije que no daríamos ningún pasó fuera del hospital en esas condiciones. Mi hijo estaba con mis suegros y mi mamá en casa, todos bien gracias a Díos.

Empezaron a llegar imágenes de las carreteras a Cuernavaca y yo estaba asustadísima porque mi padre vive en la carretera federal a Cuernavaca, en el kilómetro 62 y sólo veía que las carreteras estaban destruidas y no podía localizarlo, estaba aterrada. Baje al vestíbulo del hospital para poder hacer una llamada y me aterró ver las escaleras con el yeso resquebrajado. Mi intención era llamar a mi papá por línea telefónica ya que los celulares estaban sin servicio, no conseguí nada, aproveché para ir a la capilla del hospital para dar gracias de estar con vida. Antes de bajar bañé a mi esposo, creo que lo saqué en dos minutos de la regadera, nuestro susto se duplicó porque empezaron a sonar las alarmas del hospital por una posible fuga de gas de las cocinas, falsa alarma gracias a Díos.

Quise subir pero la escena era horrible, gente llena de polvo y herida, sobre todo la cabeza. El mismo médico de guardia me pidió que apoyará en urgencias así que fui a esa sala. Recuerdo mucho que entró un médico corriendo preguntando cuanta gente estaba de guardia y pidió que fueran unos voluntarios con él: ¡"Se cayó, rápido, tomen lo que puedan y vámonos!" eran sus palabras. Salí a ver la calle y Parque Lindavista estaba con sus ventanales rotos, me enteré que una escalera de vidrio que está adentro de la plaza cayó y había mucha gente afuera con crisis nerviosa, empecé a ayudar. En todo ese barullo salieron de debajo de un puente que comunica los dos edificios de la plaza camiones fletados con comida y herramientas de un Chedraui y un Home Deepot que esta en la calle posterior a la plaza, iban a atender la emergencia del edificio caído calles más adelante.

Cuando por fin hubo líneas celulares, llegaron llamadas y mensajes de amigos y familiares, todos bien pero yo no sabía nada de mi papá y estaba aterrada, así estuve trabajando y conteniendo mi sentir, había gente que necesitaba más el auxilio (o eso pensé en ese momento). En todo momento estaba en comunicación con el cuarto de mi esposo y subí en varias ocasiones por esas escaleras que me causaron tanto temor, estaba bien. 

Era al rededor de las 6 de la tarde cuando por fin llegó un whats de mi papá, estaba bien y sus peludos también. Me dijo que todo en su casa se cayó y que sólo se fracturó la chimenea de su casa, yo sólo sabía que estaba bien y eso era lo importante porque estuvo muy cerca del epicentro.

Ya en el cuarto con mi esposo recordé al rededor de las 9 que no había comido nada en todo el día. Hay una tienda tipo OXXO al lado del hospital y baje a comprar algo para comer, creo que hice el recorrido en 5 minutos. Cuando llegué a la tienda el señor no me quiso cobrar, que era para los damnificados, yo respondí que no era necesario, que mi esposo y yo estábamos en el hospital por otras razones y que mejor lo donará a quien lo necesitara, pagué por mis cosas. Cabe mencionar que fue un logró atravesar la calle porque aunque estaba totalmente sola, no dejaban de circular patrullas y camionetas con apoyo para los que lo necesitaban.

La noche ahín el hospital fue algo verdaderamente espantoso. Toda la noche se escucharon las sirenas de patrullas y ambulancias con heridos. El helipuerto del hospital no dejó de funcionar y nos comentaron que estaban llegando pacientes de los hospitales Dalinde, Metropolitano y Mocel que habían sufrido daños. Se me heló la sangre porque la cirugía de mi esposo iba a ser en el Mocel y de estar ahí hubiésemos estado en un piso 9.

A la mañana siguiente pasó mi suegro por nosotros, estábamos agotados, llegamos a casa y todo bien, cuando llegó mi hijo lo abracé lo más fuerte que pude, no fuí a trabajar al consultorio en dos días, no tenía ánimo. El día que me presenté y vi a mi jefe me puse a llorar, hasta ese momento pude hacerlo, fueron días de contener emociones por atender a otros y no me arrepiento de haberlo hecho, pude ser útil y doy infinitas gracias a Díos por ello. Inmediatamente organicé un centro de acopio en el consultorio y donamos psicoterapia para la gente con estrés postraumático. 

Volví a nacer ese día, técnicamente tengo un año de vida si así lo vemos. No lo niego, aún me estremesco al escuchar la alarma sísmica pero la oportunidad que Dios me dió ese día así como su gran lección no la olvidaré jamás. Mi corazón está con quienes perdieron a un ser amado ese día y con quienes dieron lo mucho o poco que tenían para apoyar a este hermoso país. 

Dios con ustedes.

Alejandra Chacón